martes, septiembre 10, 2024

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¿En Colombia, la culpa de no volver a clase y de todo la tienen los docentes?

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Fotografía: www.ipe.org.pe

Resulta lamentable la despiadada guerra sin cuartel contra los maestros, como si se tratara de la última mano de pintura de la clase dirigente y en especial del régimen uribista, en su afán por pulverizar los restos de la educación pública colombiana.

Como si desde hace veinte años hubiera sido poco esquilmar la estructura educativa hasta sus cimientos, sustrayendo un enorme presupuesto a las partidas destinadas para ser destinadas a la militarización, el control social, la inequidad o el conflicto armado a fin de beneficiar los negocios espurios de unos pocos, pareciera haberse vuelto necesario desacreditar a uno de los gremios que más expresaron los legítimos reclamos ya no de un área, sino de la comunidad en general.

Por esa razón, en una artimania sutil y a la vez muy bien planificada, ahora el Gobierno pretende agudizar los efectos de la misma crisis provocada en el sector, poniendo a confrontar a las familias con los docentes, frente a la negativa de retornar a las clases presenciales. Pero lo que en apariencia simula ser la «genuina» preocupación por la formación intelectual de los educandos», es la actitud reaccionaria de una administración perversa hacia quienes además de hacer de las distintas reivindicaciones una bandera, visibilizaron ante el mundo entero los graves problemas sociales del país.

Rayos y centellas

Era inevitable. Los empeñados en fabricar una realidad paralela a la verdadera situación de hambre, miseria, pobreza, expoliación, ocultamiento de los hechos, extorsión, asesinatos, junto con un largo etcétera, algo similar a intentar tapar el sol con los dedos, se sintieron expuestos.

Los medios masivos de comunicación se vieron obligados a dejar de hablar de la situación en Venezuela, de criticar a la oposición, de estigmatizar a la «persona de turno» a cambio de suculentos dividendos, para mostrar en su lugar las marchas en defensa de los derechos haciendo eco en el conjunto de la sociedad.

Para colmo, la existencia de redes sociales, de telefonía móvil, no pudo impedir se comprobara la brutal represión policial, del ejército o de elementos civiles hacia los manifestantes, dando a conocer la tortura, el secuestro, la desaparición forzada y el asesinato de cientos de personas saliendo a las calles a decir «no más».

Pudo observarse incluso la articulación de los distintos estamentos políticos, empresariales, industriales, terratenientes en función de acallar de casi dos millones de personas, prestando hasta sus inmuebles a fin de facilitar la detención arbitraria de muchos que aún continúan desaparecidos.

Pero como hacer pasar el hambre como un acto de subversión apenas le sirvió de «caballo de Troya» en el ámbito local, con el objeto de sustanciar mentiras las cuales ni siquiera aquellos empeñados en decirlas se creen, de ser los primeros en animar a salir a la población a consumir en las almacenes de cadena, pasaron a acusar a los maestros de contribuir a la proliferación del Covid 19. Lógicamente; ¿a qué tiranía le gusta ver tanto tiempo a tanta gente, exigiendo lo suyo? ¡Eso es inadmisible!

Doble apuesta

Las intenciones del gobierno son demasiado claras, salvo para ignorantes, ciegos o malintencionados: Echarle la culpa a los docentes de todo cuanto sea posible. Hasta del estado dramático de la infraestructura de las instituciones educativas, de los avivatos apoltronados en las rectorías en conato permanente contra los intereses del gremio, presiguiendo a todo cuanto sea favorable a sus propósitos. Sí. ¡Igual a lo hecho desde el poder en todos los órdenes de la vida nacional!

¿Son los docentes responsables de los descuentos compulsivos a la financiación de la educación; de los a veces más de cincuenta alumnos hacinados como animales en aulas que parecen derrumbarse en cualquier momento? ¿De los intentos de quitar los programas de materias elementales como cívica o ciencias sociales, para mantener a los colombianos sin conocer sus derechos, el pasado, sin otro remedio al de repetir idénticos horrores en el presente y el futuro? ¿De la carencia de educación en las casas, de los malos ejemplos, del consumismo, de los anti valores, de las mentiras de los noticieros oficiales de los cuáles son «víctimas» a su vez los padres, también?

Ahora, señalan al docente de no querer volver a clase por los riesgos que representa la total falta de garantías en materia de bioseguridad. De manera inexorable, surgen nuevos abanicos de preguntas sin respuestas. ¿Son responsables de que el gobierno de turno haya hecho negociados en plena pandemia con las vacunas?, ¿del pésimo manejo hecho con la crisis viral?, ¿del sistema de salud colapsado, privado, donde lejos de ser un servicio esencial básico, un señor puede darse el lujo de salir a decir quién o no puede atenderse, además de determinarse de forma automática a aquellos con posibilidades de vivir sólo por poder pagar?, ¿de la inexistencia de Internet como un derecho adquirido, facilitando la creación de estructuras comunicacionales capaces de brindar adecuada educación a distancia al menos en el sector educativo, en lugar de comprar aviones de guerra, de gastar millonarias sumas tendientes a salvar la imagen de un presidente cayéndose a pedazos? ¿Y de la falta de paciencia de los padres, hartos de soportar a los muchachos las veinticuatro horas en la casa?

Señalamiento intencional

El colmo de la ridiculez son las acusaciones a los maestros acerca de haber salido a marchar, pero abstenerse de querer volver a dar clases. Excelente argumento para las «calificadas» audiencias de programas televisivos al estilo de «La Rosa de Guadalupe», de «Tu voz Estereo»; de los «eruditos» expertos en replicar cual loritos de colores los argumentos de una tal Claudia Gurisatti en «NTN24»; de quienes se dicen «odiadores seriales» de la política, arremetiendo sobre cuanto escape de «los cánones normales» o se desentiendan «a gusto» de las inquietudes de su propia comunidad.

Lo cierto es que sería posible evitar las manifestaciones masivas de masas en contra de un Estado fallido como el colombiano, si los docentes tuvieran las cadenas informativas de las que pueden hacer ostentación Carlos Sarmiento Angulo, su «mayordomo de lujo», Álvaro Uribe Vélez, todo el partido Centro Democrático, la suma de los interesados en evitar cualquier clase de cambio y ni hablar, si las cosas estuvieran al menos orientadas hacia un funcionamiento medianamente adecuado…

Nada más que alegar. Los responsables de todo lo malo en Colombia son los maestros de «no dejársela montar», de poseer dirigentes que dado lo álgido de la situación política, social económica con el consecuente reclamo de sus bases, hace inviable cualquier intento de soborno quizás sospechoso en el pasado. Debido a estas razones, desde hace poco tiempo vienen sonando rumores del supuesto adoctrinamiento perpetrado por organizaciones criminales de la talla de FECODE, pretendiendo convertir las derruidas aulas en sindicatos, campos de adoctrinamiento, ¡de «formación de cuadros» de las «resucitadas» FARC, donde niños y adolescentes, a falta de manuales de Carreño, sean alentados por elementos execrables quienes a punta de Marx, cual cómplices del «terrorista» Gustavo Petro, allanen el camino de los colombianos al socialismo castro chavista!

En definitiva para la minoría concentrando el poder –lastimosa e indefectiblemente, gracias al apoyo brindado por una importante cantidad de personas sobreviviendo debajo de la línea de pobreza- el problema de mayor gravedad no es tampoco la protesta, el reclamo, el paulatino despertar de los colombianos tras la horrible noche. Es el terror que les produce el eventual fin de los negocios, de la corrupción, del engaño, del desfalco, de la impunidad, del crimen organizado, de la supresión física del contradictor, debido a la certeza de la mayoría acerca de que el país no sólo puede, sino debe cambiar.

 

Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI* Para Bambú Comunicaciones.

*Periodista, escritor, poeta, cantautor argentino. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Coordinador e integrante de ¡UYAYAY! Colectivo Poético.

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