Por: José Gustavo Hernández Castaño
El pasado lunes 24 de febrero, el auditorio del SUTEQ fue el escenario de una reunión clave convocada por la Agencia Nacional de Tierras (ANT), con la presencia de la subdirectora de Administración de Tierras de la Nación, Lina María Salcedo Mesa, y por solicitud de la Procuraduría Agraria. ¿El tema? La creación de la Zona de Reserva Campesina Cordillera Quindiana (ZRC), un asunto que despierta pasiones, miedos e intereses encontrados.
Asistí no solo como ciudadano inquieto por el futuro del campo quindiano, sino también como alguien que entiende la lucha de los campesinos más vulnerables, la preocupación de los ambientalistas y la necesidad de un debate honesto sobre la tierra y el territorio. Pude intervenir, escuchar y, sobre todo, presenciar el choque de visiones entre quienes defienden la ZRC como un mecanismo de justicia social y los que la rechazan con argumentos que, en el fondo, esconden el miedo a perder sus privilegios.
En el debate estuvieron presentes el gobernador, algunos alcaldes y el representante del Comité de Ganaderos, quien mostró apertura a buscar acuerdos. En contraste, se evidenció la férrea oposición de las congresistas Sandra Bibiana Aristizábal y Piedad Correal, así como el inconfundible discurso del representante de la Cámara de Comercio. Su intervención, que ya acusa fatiga tras casi cuatro décadas al frente del gremio, recuerda a las dictaduras que se perpetúan en el poder. Como es su costumbre, pretende erigirse como la voz de los gremios sin haber sido elegido para ello.
También se escuchó la voz de los campesinos, exigiendo tierra y justicia social, y la intervención de Didier Zambrano, vocero del Comité de Impulso de la ZRC, quien explicó el origen y la importancia de esta figura de ordenamiento territorial.
A pesar de la oposición de algunos sectores, la presencia del director de la ANT, Juan Felipe Harman, de la subdirectora de Administración de Tierras y de la Procuradora Ambiental Regional, garantizó un debate amplio y respetuoso. No obstante, quedó claro que unos actores buscan diálogo, otros, oposición, y más que oposición, imposición.
¿Quiénes se oponen y por qué?
El rechazo no proviene únicamente de preocupaciones técnicas. Más allá de la validez de discutir el polígono inicial de la ZRC y su adaptación a la normatividad vigente, hay quienes niegan el derecho de los campesinos a organizarse y proteger su territorio.
«Este no es un territorio de colonos», argumentan algunos. Pero entonces, ¿de dónde surgieron los pueblos que hoy conforman el Quindío?
«Este no es territorio indígena», afirman otros. Entonces, ¿qué pasó con nuestros ancestros quimbayas, borrados por la historia oficial?
«Aquí no hay población afrodescendiente», sentencian unos más. Entonces, ¿qué significa la diversidad étnica y cultural que nos define?
El Quindío no es un paraíso exclusivo de empresarios y élites económicas. No es solo negocios, comercio o turismo de élite. No es, solamente, una vitrina inmobiliaria para especuladores. El Quindío es tierra, agua, memoria, cultura, identidad y resistencia. Es el lugar donde el campesino aún lucha por su derecho a existir en el territorio, enfrentando no solo la pobreza, sino también las grandes empresas del monocultivo de aguacate, la minería voraz y la apropiación privada de quebradas, ríos, vías y servidumbres con el beneplácito de las autoridades.
¿Quién defiende el agua? ¿Quién protege el suelo? ¿Quién está del lado de quienes trabajan la tierra y la sostienen con sus manos? No es la autoridad ambiental, que calla. No son las administraciones locales, que miran para otro lado. No es la clase política, demasiado ocupada en sus propios negocios.
Aquí cabemos todos, pero no con las reglas de unos pocos. El debate sobre la ZRC apenas comienza… y continuará hasta que el Quindío sea de quienes lo habitan, lo trabajan y lo protegen.