lunes, septiembre 9, 2024

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Editorial 70. EL PEDESTRE CLIENTELISMO Y LA LAGARTERÍA

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Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)

En cada elección, la historia se repite. Elección tras elección, ocurre algo parecido.

Para llegar, para ganar, los promeseros de campaña, utilizan demasiados artificios, el más común de todos: las falsas promesas.

Al constreñimiento electoral y demás delitos electorales lo acompañan con falsas promesas. En campaña ofrecen “el toro y el moro” en ese mercado persa en el que se han convertido las elecciones. El trueque, el intercambio de favores, el clientelismo vulgar, es el cotilleo, el pábulo diario de los candidatos convertidos en vendedores de humo.

En campaña, a los ciudadanos los ponen a conseguir votos tras la promesa de empleo. Al contratista le prometen nombrarlo en provisionalidad; a los que están por contrato, pasarlos a un puesto de libre nombramiento (LN); a los que tienen LN, provisionalidad, o están en propiedad, ascenderlos, subiéndolos de nivel, de código, para incrementar su salario.

Y la ingenuidad de la gente de bien sin límites, in crescendo; hace listas, compromete votantes reales para sus candidatos, mientras el promesero candidato, al tiempo que promete, le hace pistola con los dedos de los pies.

Recién pasadas las elecciones, la comidilla del día, los comentarios de corrillo, en el contacto de los amigos, los más cercanos y los menos, los apenas conocidos, los ciudadanos comunes y corrientes, son los resultados de las elecciones anteriores.

¡Ganamos!, dice la mayoría, incluidos los que perdieron, con más entusiasmo estos últimos. En el club de los lagartos, ellos son los ganadores de todas las elecciones, siempre ganan, perdiendo.

Con el pasar de los días, los héroes de las elecciones se tornan en villanos; ya no responden los teléfonos, ni los WhatsApp, que respondían en campaña. Ahora tienen, nuevo equipo, nueva SIM CARD, nuevo WhatsApp, solo para algunos, los nuevos más cercanos. No responden, porque, no van a cumplir, y no van cumplir, porque, no pueden. No hay cama para tanta gente.

Muchas fueron las promesas, mucho el humo que vendieron, y muchos los engañados; ahora, en la alcaldía o en la Gobernación, solo hay espacios para algunos, para los nuevos cercanos, y entre los nuevos cercanos están los advenedizos, los lagartos, que estuvieron en otras campañas. Los fieles, los leales, que esperen la próxima, la cual, traerá nuevas ilusiones.

Así como en la naturaleza abundan los lagartos, también, en la sociedad pululan; pueden ser más, los reptilianos, los hombres lagartos, los reptiles humanoides, esos personajes aduladores, lambones, calculadores y arribistas que tienen una atracción especial por los sujetos que ostentan poder político o económico.

Estos personajes logran las “migajas” del poder con acciones reverenciales, de “paje” o “bufón”, haciéndonos recordar figuras feudales y cortesanas llegando a extremos de servilismo, sin que ello sea para él, indignante, pues, está tan seguro de sus logros que no le importa, sino, el puesto que pueda alcanzar.

En su ejercicio, el político clientelista, es un barril sin fondo, no lo llena nada, ni nadie. Entre mas puestos le dan, más quiere tener. Entre más contratos obtiene más negocios quiere tener, ese es el mundo de sus negocios. No le importa la política, le importan los negocios; utiliza la política para hacer sus negocios. Su imagen, su poder, es directamente proporcional al número de puestos y contratistas que logra emplear, porque, al tiempo que engorda sus bolsillos, busca hacer crecer potenciales votos de la próxima campaña.

En ese devenir del patronazgo clientelar es recurrente, escuchar y ver, los acomodamientos; los reptilianos, se camuflan, toman el color que sea necesario en el momento, y como los líquidos toman la forma del recipiente que los contiene. Así, por ejemplo, una de las Congresistas, perdió todo, no logró ninguna alcaldía, tampoco Gobernación, entonces está buscando acomodarse en ambas: las municipales y la departamental. La otra y el otro, la mona y el moreno, perdieron la Gobernación, ahora quieren acomodarse en el edificio de 19 pisos a través de sus alfiles (los reptiles humanoides) como avanzadas para su aterrizaje.

En ese ir y venir del mundo de los vivos, los oportunistas, los lagartos, aprovechan el cuarto de hora, mientras los buenos ciudadanos con su ingenuidad sin límites, esperan la próxima campaña para seguir votando por los mismos con las mismas, o, para rebelarse y cobrar por ventanilla buscando derrotar a los promeseros y timadores de la campaña anterior.

Los partidos, con el triunfo de la imagología sobre las ideologías, y, estas, en escorada, abonan el terreno para el pedestre clientelismo, manifestación feudal de un atrasado concepto de la política. En ese devenir, en ese ejercicio, no media sino un paso para cruzar la delgada línea de lo sublime a lo ridículo; hoy, algunos partidos (varios) de su misma condición y naturaleza, en ese cruce de favores clientelistas, le apuestan a quedarse con buena parte del pastel, en Gobernación.

Hicieron campaña con el perdedor, ahora quieren rodear con adulaciones al ganador y apoderarse de una buena parte del pastel clientelar, queriendo tener “pan y pedazo debajo del brazo”, en el lenguaje de nuestros mayores.

Para concluir, podríamos decir en términos de Plutarco: “Los cazadores atrapan las liebres con los perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación                                                                                                      

(*) Magister en Ciencias Políticas

E-mail: gerencia@bambucomunicaciones.com

gustavo.hernandez@bambucomunicaciones.com

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