Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)
Un día cualquiera, del año 2.000, cuando se adelantaba la campaña para elegir alcalde de Armenia, en una de las tantas conversaciones de amigos, jugando King, alrededor de unas copas, en el negocio que fuera de Cesar Tamayo, en el segundo piso de una antigua casa de bahareque, de dos plantas, con acceso por una pronunciada escalera de madera, cercana o superior a los 50 pasos, ubicada en la margen occidental de la carrera 14 entre calles 21 y 22 (hoy un edificio), contiguo al edificio del hotel plaza, en la esquina suroccidental de la Plaza de Bolívar, frente al edificio de la DIAN, que antes fuera el Banco Central Hipotecario, mi amigo Gabriel Gil, me manifiesta que, Mario Londoño Arcila (MLA) estaba interesado en hablar conmigo; me desentendí del tema, pero, insistió, le respondí que después hablábamos del asunto. En oportunidad posterior, otra conversación entre amigos, nuevamente Gabrielito (así lo llamábamos, cariñosamente), toca el tema por lo que me pareció descortés, de mi parte eludirlo, accediendo al encuentro con el entonces candidato a la alcaldía de Armenia, Mario Londoño, para el fin de la semana siguiente.
Gabrielito había conocido, algunos detalles, de mi trabajo de grado, el trabajo de campo e investigación realizada para optar el título de Magister en Ciencias Políticas; trabajo realizado acerca de la percepción personal que los Quindianos tenían de los líderes políticos de la época. Igualmente, sabía que en esos días había concluido mis funciones como Representante del Ministerio de Educación Nacional ante el Departamento del Quindío, cuando era Ministro de Educación Jaime Niño Díez.
Los estudios de Maestría en Ciencias Políticas los había iniciado en la sede de Cali de la Universidad Javeriana y trasladado a la sede de Bogotá, a partir del segundo semestre, por cuanto, fui vinculado, por el Comité Ejecutivo de FECODE, como como Secretario Ejecutivo del Centro de Estudios e Investigaciones Docentes (CEID) luego de haber pasado como miembro de su Junta Directiva cuando era presidente del sindicato de Educadores, SUTEQ, en los años 80s y comienzo de los 90s.
Después de la realización de mi trabajo de grado, para optar el título de Magister en Ciencias Políticas, luego de tener como asesor de tesis, al reconocido académico Rodrigo Losada Lora, y como profesor de estudios de marketing, al director del Centro Nacional de Consultoría, Carlos Lemoine, mi convicción era clara: “derrotar a la vieja clase política del Departamento del Quindío, era posible”. Convicción que, también, tengo ahora, con relación a los nuevos liderazgos, más perversos, más clientelistas y más corruptos que los de finales del siglo pasado.
Con esta disposición, con este interés profesional y político, y, con la fascinación de contribuir con mis conocimientos teóricos, y mi investigación de campo, acaricié la idea de participar en la conformación de un equipo, en la búsqueda de un nuevo liderazgo político que fuera capaz de derrotar a los candidatos de las maquinarias políticas, representadas en el momento, en el candidato, David Barros Vélez y, al otro candidato, Camilo Cano Restrepo, que aparecía como cívico, pero, para el momento representaba los interés de la casa conservadora, liderada por Cesar Augusto Mejía Urrea; también identificado, como el candidato del FOREC; fondo de la reconstrucción, que se convirtió en una empresa electoral, financiadora e impulsora de dicha candidatura.
Luego de dos encuentros con el candidato Mario Londoño Arcila (MLA), accedí a ser su asesor de direccionamiento estratégico de su campaña.
Para la época, los medios de comunicación, sobre todo, “La Crónica”, durante toda la campaña, y, hasta 8 días antes de las elecciones, publicaban encuestas que registraban como ganador al candidato del FOREC, Camilo Cano; siempre lo publicitaban como el ganador, el no derrotable.
Quince días antes de las elecciones, le entregué al candidato MLA, los resultados de una encuesta de intención de voto de los armenios, realizada por mí, con la asesoría de Rodrigo Losada y Carlos Lemoine, en la cual MLA era el candidato con mayor intención de voto, con varios puntos porcentuales por encima de los otros dos candidatos del establecimiento. Días después, los resultados electorales confirmarían los resultados de la encuesta y el triunfo, de lejos, por varios puntos porcentuales, con respecto a los otros dos candidatos: Mario Londoño Arcila 31.441 votos (34,05 %); Camilo Cano Restrepo 19.762 votos (21,40 %); David Barros Vélez 15.716 votos (17,02 %)
En la alcaldía de Mario Londoño, fui su Secretario de Educación, y más que secretario, sería su asesor administrativo y político; posteriormente (2.004), fui su asesor político, en la campaña que lo llevaría al Senado de la República, en el año 2.006, con la más copiosa votación que haya tenido líder político en el Departamento, más de 53.000 votos; también, sería su asesor en el Congreso, hasta el momento de su fallecimiento. (1)
Con la elección de Mario Londoño Arcila como alcalde, después Senador, se inicia el fin de la vieja clase política que había dominado y mantenido en el poder en la segunda mitad de los 80s y los 90s en el Departamento (el sector conservador Oviedista, la ANAPO y la corriente liberal de “el Taita”, don Emilio Valencia, también conocida como “el carrielismo”). Un nuevo liderazgo político que se interrumpió con la temprana muerte de MLA. (2)
En el segundo semestre de 2.006, por la coyuntura, y por el diseño de campaña, que le habían elaborado los asesores a Luz Piedad Valencia, le sugerí al Senador Mario Londoño, que debía pensar en una candidata mujer para enfrentarla a la candidata liberal, le manifesté de manera directa y concreta que la única candidata capaz de derrotarla, era la doctora Ana María Arango. Lo pensó, vaciló, y horas más tarde, me expresó que no creía que aceptara, en primer lugar, y, en segundo lugar, que no estaba preparada. Para lo primero le dije que había que convencerla y, para lo segundo, le manifesté que logrado el triunfo debía asesorarse o acompañarse de un buen equipo de gobierno (3)
Luego de la muerte de MLA y el distanciamiento que tomé con respecto a su familia y a Cambio Radical, me dediqué a asesorar otras campañas y otros liderazgos.
En el año 2.011, lo fui, de Antonio Restrepo Salazar, al comienzo de su aspiración a la Gobernación, la cual, se frustró por las triquiñuelas políticas (4). Truncado este sueño decidimos acompañar la aspiración de Sandra Paola Hurtado, de la cual, fui su asesor de campaña hasta un mes antes de las elecciones (5)
El nombre de Roberto Jairo, como candidato a la alcaldía, fue sugerido por mí, en reunión que tuviéramos en la casa campestre de Atilano, en el conjunto residencial “los Almendros”, un día sábado, en horas de la mañana. La campaña de Sandra Paola Hurtado había considerado como fórmula para la alcaldía de Armenia, el nombre del dirigente conservador, el empresario, Cesar Augusto Mejía, CAMU, más conocido como “paleto”; ese mismo día tenían concertado reunirse, a horas de almuerzo, para definir y concretar esa fórmula (6).
Recuerdo como si fuera hoy, mis palabras para presentar el nombre de Roberto Jairo como el candidato apropiado, para ese momento político. Les dije: “Luz Piedad (su campaña) se moviliza en una camioneta de alta gama, solitaria, por una avenida de 10 carriles”, “tanto es así, que se da el lujo de acompañar a Belén Sánchez, la candidata a Gobernación (su fórmula), en su recorrido por todos los municipios”. “Si Sandra Paola quiere despejar el camino de su candidatura, en el Departamento, hay que escoger un candidato que sea verdadera competencia para Luz Piedad en Armenia, que la obligue a concentrarse en su trabajo, solamente, en Armenia”. Sin mucho pensarlo, fue aceptado y acogido el nombre de Roberto Jairo.
La decisión de retirarme de la campaña de Sandra Paola, obedeció a varios factores (7), entre los cuales, el haber dejado tirado a Roberto Jairo Jaramillo, entonces candidato a la alcaldía de Armenia. Mis divergencias, mis reparos, y mis puntos de vista, se los manifesté al enterarme que, toda la estructura del grupo de Sandra Paola Hurtado, dirigido por su “mano derecha”, Sandra Gómez, “la ronca”, trabajaron a favor de la campaña de Luz Piedad Valencia, y no, la de Roberto Jairo. De Manera abierta y directa, me lo manifestaron, Sandra Gómez y miembros del equipo directivo, su interés estaba centrado en conseguir apoyos para Sandra Paola a la Gobernación, y en el grupo de Luz Piedad había nichos a favor de esta candidatura y, no, la de Belén, la candidata fórmula de Luz Piedad. (8).
Igualmente, Atilano, el tutor, el mecenas de la candidatura de Sandra Paola, con su sobrino TOTO, manifestaron que todos sus esfuerzos se centrarían en la parte final de la campaña, a su candidata a gobernación; su expresión, su manifestación clara, fue la siguiente: “no hay plata para dos”.
Mis reclamos no se hicieron esperar, de ahí en adelante me alejé de dicha campaña y me concentré solo en la campaña a la alcaldía de Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas, de quien creo estar seguro, “ganó en las urnas y perdió en la registraduría”, como se dice coloquialmente. La verdad, algún día saldrá a flote.
La doblez en la política, la traición en la política, es la comidilla de cada campaña (9), lo fue en esa; a Roberto Jairo lo dejaron tirado, no les importaba su alcaldía, les importaba los votos que pudiera arrimar para (SPH), la candidata a Gobernación. Roberto Jairo lo fue, después, en otra campaña, con relación a otros.
(1)(2)(3)(4)(5)(6)(7)(8)(9) (de cada uno escribiré con detalles, trazos posteriores)
(*) Magister en Ciencias Políticas
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