Si partimos del concepto de poder en Michel Foucault, el poder real siempre dependerá de la ignorancia de sus agentes; además, el poder se dispersa de la manera más eficiente y silenciosa posible, asegurando que hagan lo que sea necesario. Desde su concepto, el poder es relacional, en tanto que toda relación de los ciudadanos, es una relación de poder.
Acudiendo un poco a la memoria, históricamente, los municipios del departamento del Quindío, han heredado un poder familiar, al estilo del gamonal, o gran señor feudal (ocurre igual en todos los territorios), dueño del poder territorial y del poder político. Veamos a manera de ejemplo algunos:
En los años Setenta y hasta finales de los Noventa, en Armenia lo fue “el Cacique” Ancízar López López, que lo fue, también, en todo el Departamento. En Calarcá Lucelly García de Montoya y de la mano de “el Cacique” aunque con poco poder local, Guillermo Jaramillo Palacio; en Quimbaya, Samuel Grisales Grisales; en Montenegro, Alberto “el grillo” Marín y Marconi Sánchez Valencia; en La Tebaida, Mario Gómez Ramírez; en Circasia, Rogelio González Ceballos.
A finales de los noventa y primera década del siglo XXI, en Armenia sobresalen, Emilio Valencia Díaz y Mario Londoño Arcila; en Calarcá se ha diseminado el poder en múltiples liderazgos, sin que brille con luz propia, un líder en particular; en Quimbaya se disputaron el poder, James Brito Peláez, de la escuela Ancizarista, luego Emilista o carrielista y, Oscar Arbeláez de la escuela Grisalista; En Montenegro, Javier Gallego (Ancizarista) y Belén Sánchez Cáceres (hija de Marconi); en Tebaida, María Eddy Segura y su esposo Ancizar Quintero; en Circasia, Javier Ramírez Mejía y su esposa Patricia Mora y Yolanda Duque y su hermano Carlos Alberto.
En los últimos años, se han venido consolidando otros liderazgos, herederos, en cada municipalidad, de los anteriores. En Armenia, de muy Fugaz presencia Ana María Arango, y su hijo Juan Camilo, quienes a la postre le entregaron todo el poder a Atilano Giraldo; Luz Piedad Valencia, hija del “Taita”, Don Emilio Valencia.
En el Quindío, en las pasadas elecciones de Congreso, se rompe con esa tradición y ese poder familiar hereditario, surgiendo otros liderazgos, no mejores, los que, como luces de bengala, brillarán fugazmente; más temprano que tarde caerán o se apagarán.
Y, estos señores representantes de ese poder feudal, de esos feudos políticos, se consideran dueños del territorio y de los ciudadanos que allí habitan, por eso eligen alcaldes a su antojo y a su medida, para poder disponer del presupuesto oficial, el erario público.
Desde ese poder, cada cuatro años, en buena parte de los municipios, los alcaldes encuentran, en la plaza principal o plaza de Bolívar, parece que pozos de Petróleo o minas de esmeralda, porque antes de terminar su mandato, se dedican a cerrarlas y abrir huecos, en un desaforado contratismo.
Estos tres años, que van a ser cuatro, los años más perdidos que tengamos noticia, los de Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas en la Gobernación, dedicado a echar cuentos y decir mentiras, en lo cual es campeón de campeones. Y José Manuel Ríos Morales a posar prodigando abrazos y tirando besos en las calles y a cuanto acto asiste, haciendo el ridículo, en lo que también es campeón de campeones, menos gobernando, pues quien Gobierna es TOTO, el iletrado soberano medioeval.
Finalmente, como el poema de Antonio machado, “caminante no hay camino se hace camino al andar”, hecho canción, magistralmente interpretada por Joan Manuel Serrat, corresponde a la izquierda, al centro y a los movimientos alternativos, en el Quindío, empezar a andar UN NUEVO CAMINO, para lo cual los resultados de las elecciones presidenciales, dieron claros indicadores del comportamiento electoral hoy y, de cómo hacerlo y con quién hacerlo, en el inmediato futuro.
Por: José Gustavo Hernández Castaño