Las elecciones presidenciales de 2018 aportaron algunas enseñanzas y muchos hechos
que no deben repetirse para las elecciones de 2.022.
Un primer hecho y una primera enseñanza: los ciudadanos se movilizan electoralmente de
forma masiva, en determinadas coyunturas, a favor de uno u otro candidato. Y lo hace por
ese candidato, creyendo que él, interpreta mejor las circunstancias del momento.
En el Quindío, y específicamente en Armenia, Sergio Fajardo, ganó de lejos a los otros
candidatos, en la primera vuelta presidencial. En las capitales del Eje cafetero se impuso,
también, sobre el candidato del uribismo, a pesar de que estos departamentos en las tres
últimas elecciones presidenciales, se han manifestado electoralmente a favor de esta
tendencia política. Gustavo Petro, obtuvo en ambas vueltas una votación considerable y
significativa, 30.412, en la primera y 77.910 votos, en la segunda.
Unos hechos se dieron en primera vuelta y otros bien diferentes en segunda. Uno podría
decir que la franja de electores que votaron por Petro y Fajardo, tenía algunas
coincidencias, algunas similitudes, voto independiente, no comprometido con el
establecimiento.
En primera vuelta fueron 128.490, el número de votos, sumados los de Fajardo (98.078) y
los de Petro (30.412). Y podría suponerse que se comportarían igual en segunda vuelta.
Sin embargo, no fue así. En la segunda vuelta, se dieron unos resultados bien diferentes,
un buen número de electores se inclinó por el candidato del establecimiento, Iván Duque,
aumentando la cifra a 157.516 votos, mientras que Petro obtuvo 77.910 votos. Igual
situación se dio en el país; un sector del electorado que lo hizo por Fajardo en primera
vuelta, acompañó en segunda a Iván Duque, y otro sector a Petro.
Otro fenómeno fue el crecimiento del voto en blanco y las tarjetas no marcadas en la
segunda vuelta, pues el primero (voto en blanco), en primera vuelta fue de 4.772, y en
segunda 15.156; y el segundo (tarjetas no marcadas) fue de 874 en primera, y de 5.752 en segunda.
Otro hecho, tal vez el mas protuberante, el más significativo, fue el comportamiento de
los líderes. Mientras los líderes de los movimientos de izquierda y alternativos buscaron
cualquier disculpa para dividirse, los líderes del establecimiento las buscaron todas, pero,
para unirse.
En cada elección, en los sectores de izquierda y alternativos, aparecen los imponderables,
los dogmatismos que excluyen, que separan, las consideraciones éticas, cuasi religiosas, y programáticas para encontrar peros a los candidatos y terminar en diáspora motivada por
los ideologismos. Por el contrario, los llamados sectores de derecha, del establecimiento,
hacen uso de un excesivo pragmatismo, siguiendo el postulado de Maquiavelo, “el fin
justifica los medios”. El fin último es conservar el poder, mantenerse. Y, para mantenerse
hay que utilizar todas las armas posibles que sean necesarias para lograrlo. Por eso, a
pesar de todas las diferencias, se unen todos, con tal de mantener el poder. Todos a una,
los partidos políticos, los gremios económicos, bastante diversos, pero, todos, con todas
sus diversidades, se unen para mantenerse en el poder.
La pregunta ahora es, ¿se va a repetir el resultado de las elecciones de 2.018?.
Sinceramente creo que no, pero, todo es posible, si se siguen estimulando los
dogmatismos, los ideologismos y los egocentrismos que dividen.
Por: Gustavo Hernández Castaño
Foto: idea.int