jueves, mayo 16, 2024

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Editorial 73: El presidente Petro, que todo el país quiere…

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Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)

El péndulo de la opinión política del país, en el presente siglo, ha pasado por diversos momentos. En la primera década y hasta mediados de la segunda, se inclinó hacia la derecha bajo el liderazgo Uribista con tendencias hacia el mesianismo y el autoritarismo. A finales de la segunda década, se ubicó en el centro y, a comienzos de la tercera década, se inclinó un poco hacia la izquierda.

Los resultados de las elecciones presidenciales de 2.022, lo movieron un poco hacia la izquierda, con el llamado progresismo.

En 2.024, veinte meses después del llamado gobierno del cambio, por las incertidumbres en el trámite de las reformas y los precarios resultados de ejecución gubernamental, el péndulo se vuelve a colocar, ligeramente, del lado derecho del espectro.

La percepción ciudadana se mueve entre incertidumbres. Un presidente y un gobierno dubitativo que, en teoría, parece tener claros los objetivos y las propuestas para producir los cambios, luce errático en los procedimientos para lograrlas, en la práctica.

Ese presidente vacilante que, en un ir y venir, cambia sus posiciones mesuradas de Estadista, por las del pendenciero en sus famosos discursos populistas del balconazo, dirigidos a calentar su cerebro y el de sus seguidores, genera más incertidumbres que realidades.

Ese presidente que, pasa con facilidad de una postura de Estadista en los discursos cuando fue elegido y el de posesión, a los discursos de activista camorrero genera inseguridades e incertidumbres.

Ese presidente, el de los mensajes de no hacer un gobierno partidista, sino, de concertación en un acuerdo nacional con tres partidos del establecimiento: liberales, conservadores y de la U, que cambia con rapidez y en un balconazo, llama al trámite de las reformas en la calle, por la vía de la movilización, ha desgastado demasiado al otro, al gobernante, al estadista, al conciliador, y con ello ha deteriorado enormemente su imagen.

Ese presidente soberbio, incierto, dubitativo, que parece tener claro lo que debe hacer, pero, no sabe cómo hacerlo, es el presidente errático y vacilante que durante todo su gobierno no lo deja gobernar.

Ese presidente con cerca de dos años de gobierno, ha pasado por diversos momentos, o se ha mostrado de diversas maneras. Uno, el de campaña; otro, el del discurso del triunfo; otro, el del discurso de posesión; otro, cuando rompe con la coalición de gobierno; otro, el del discurso de instalación de la segunda legislatura del Congreso y otro distinto el de comienzos del 2.024.

Pareciera que en él cohabitasen dos presidentes distintos; uno, Petro camorrero, pendenciero queriendo gobernar en las calles, promoviendo movilizaciones y asambleas populares, totalmente desenfocado, sin rumbo, dando tumbos; otro, Petro el reposado, el de la fuerza argumental queriendo o tendiendo a ser Estadista.

En ese presidente conviven dos Petros: el emocional (el activista), y el cerebral (el Estadista).

El emocional, el soberbio, no genera confianza, solo incertidumbres, quiere sacar las reformas, jugando a desestabilizar la autoridad institucional de los partidos, negociando al por menor, a destajo, al menudeo, buscando conquistar el voto a voto de los Congresistas, en comision y en plenaria.

El Estadista sabe que, para dar ese paso, debe actuar pensando en el poder presidencial que encarna la unidad del país, conquistando la autoridad y el reconocimiento autónomo de los otros poderes. Debe saber que un trámite seguro de las reformas en el Congreso se da pactando gobernabilidad (al por mayor) de manera institucional, respetando las jerarquías y las direcciones que se han dado autónomamente los partidos.

Como Gobernante Demócrata, debe saber entender la complejidad del momento; no debe dejarse llevar de los impulsos de las emociones, de la pugnacidad y la procacidad en el lenguaje; debe primar en él, la cabeza fría y un elevado nivel de racionalidad.

La algarabía, la bulla, el ruido, son menos eficaces que la serenidad y el silencio.

El presidente Petro que todo el país quiere, es aquel que genere tranquilidad y certidumbres, el que busca triunfar, sacando avante las reformas para producir el cambio; no el que busca derrotarse, manteniéndose en el terreno de las emociones.

Si quiere tramitar exitosamente las reformas y propiciar el cambio, debe abrir de nuevo, las puertas del diálogo para concitar un nuevo acuerdo con la oficialidad de los partidos que pactó al comienzo del gobierno. No debe seguir estimulando el cabildeo, la conquista voto a voto, en la llamada política del menudeo.

No es por el camino de un gobierno partidista, es por el camino de un gobierno de concertación en un acuerdo de Unidad Nacional, con representación de otros partidos, si quiere sacar las reformas y producir las políticas de cambio y de transformación que duren en el tiempo y, si se quiere, sentar las bases para darle continuidad a los cambios en más gobiernos.

Incertidumbres y más incertidumbres solo abonan el terreno político a la oposición y allanan el camino para otros veinte años de los tres huevitos, y del pasado reciente.

(*) Magister en Ciencias Políticas

E-mail: gerencia@bambucomunicaciones.com

gustavo.hernandez@bambucomunicaciones.com

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