martes, septiembre 10, 2024

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El fin supremo del hombre: la felicidad

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¿De dónde venimos?  ¿hacia Dónde vamos?, son dos grandes preguntas que se ha hecho el hombre a través de la historia. Hay otra igual, o más importante: ¿cómo podemos vivir felices?

Según la Real Academia Española de la lengua, la felicidad, “es un estado de grata satisfacción espiritual y física”. Etimológicamente, la palabra felicidad proviene del latín felicĭtasfelicitātis, que a su vez se deriva de felixfelīcis, que significa ‘fértil’, ‘fecundo’.

Cómo decía Séneca en su De vita beata, “todos los hombres, quieren vivir felizmente. Aspiramos a ser felices y para ello intentamos descubrir qué es”. 

Sin embargo, cada persona posee una respuesta, una definición de felicidad diferente, y es precisamente esa disparidad de opiniones ante una cuestión tan trascendental en la existencia del ser humano una de las razones de la aparición de la ética en la antigua Grecia.

 “El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”, decía Sócrates (Atenas, 470 a. C.-399 a. C.). Para este filósofo griego la felicidad no viene de recompensas externas o reconocimientos, sino del éxito interno. Al reducir nuestras necesidades, podemos aprender a apreciar los placeres más simples. Para Sócrates la felicidad es el último bien del hombre y se logra con la práctica de la virtud. No se trata de la felicidad lograda de los placeres sensibles y fugaces, sino aquella serena y estable que proviene de la contemplación de la verdad y que se logra con la práctica de la virtud. 

Para Platón (427-347 a. C.), alumno de Sócrates, la felicidad radica en el crecimiento personal y es fruto de la satisfacción conseguida a través de pequeños logros. Su concepto de Felicidad es semejante al de Tales de Mileto: “son felices los que poseen bondad y belleza”. 

Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.), preceptuaba: “La felicidad depende de nosotros mismos”. “El fin supremo del hombre es la felicidad”. Ser feliz significa autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano. Aristóteles, discípulo de Platón, sostenía que todos los hombres perseguían la felicidad. La felicidad estaba relacionada con el equilibrio y la armonía, y se conseguía mediante acciones encaminadas a la autorrealización. Según Aristóteles, la felicidad consiste en lograr, a lo largo de toda la vida, todos los bienes -salud, riqueza, conocimiento, amigos, etc. – que conducen a la perfección de la naturaleza humana y al enriquecimiento de la vida humana. La felicidad es la aspiración máxima de todos los seres humanos. La forma de alcanzarla, desde su punto de vista, es la virtud. Es decir, si se cultivan las virtudes más elevadas, se conseguirá ser feliz.

Séneca (4 a. C.- 65 d. C.) filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral, llamado Séneca el Joven, para distinguirlo de su padre, manifestaba: “Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene” 

Para Immanuel Kant, (1724-1804) nacido en Prusia (Alemania), llamado el filósofo  de la Ilustración, declaraba que “La felicidad, más que un deseo, alegría o elección, es un deber”. Para él la felicidad es uno de los tantos deberes del ser humano, un deber último y supremo que nos obliga a ser dignos de merecerla. La felicidad en el mundo kantiano no depende del destino ni de los demás, sino de uno mismo, de la persona, es decir, de su propio comportamiento y carácter.

Friedrich Nietzsche (1844-1900) filósofopoetamúsico y filólogo alemán, cuya obra ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento mundial contemporáneo y en la cultura occidental, acerca de la felicidad expresaba: “Es el sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia ha sido superada”. Según este filósofo nihilista la felicidad es una especie de control que uno tiene sobre su entorno. El autor de “El Anticristo” cree que existe la llamada voluntad de poder, una fuerza que nos da la vida y que nos ata a ella y que al mismo tiempo la convierte en atractiva, ya que es la que nos hace enfrentarnos a todas las adversidades. Cuando experimentamos que la fuerza aumenta en nosotros y nos sentimos con mucha vitalidad, cuando comprobamos que hemos superado aquello que nos oprimía, según Nietzsche, es cuando somos felices.

Nietzsche creía que vivir plácidamente y sin ninguna preocupación es un deseo propio de las personas mediocres, que no le otorgan mayor valor a la vida. Nietzsche opone el concepto de “dicha” al de “felicidad”. Para el renombrado filósofo, la búsqueda de la felicidad es un desperdicio de tiempo de vida. Explica que aquellas personas que lograron grandes cosas, sufrieron mucho. Esto se conoce como la “paradoja de la felicidad”, que explica que las actividades que son realizadas con el propósito de incrementar los niveles de felicidad y placer, no tienen muchas ventajas. Sostenía que “la felicidad acompaña, la felicidad no mueve”.

John Stuart Mill (1806 -1873), filósofopolítico y economista británico, representante de la escuela económica clásica, uno de los principales autores del utilitarismo, sostenía: “He aprendido a buscar mi felicidad limitando mis deseos en vez de satisfacerlos”. El deseo de ser feliz por encima de todos los demás deseos (eudemonismo) se presenta en todo ser humano. Mill consideraba la felicidad como la búsqueda del placer y la huida del dolor, aunque no todos los placeres tienen el mismo valor, ya que los hay superiores e inferiores, y nuestras acciones deben dar preferencia a los primeros.

Bertrand Russell (1872 – 1970) filósofo, matemático y escritor británico, autor de “La conquista de la felicidad”, ganador del Premio Nobel de Literatura, argumentaba: “De todas las formas de precaución, la cautela en el amor es tal vez la más mortal de la verdadera felicidad”. Concibe el amor como un instrumento para conseguir la felicidad; el amor ayuda a romper el ego y a superar la barrera de la vanidad que impiden ser felices.

José Ortega y Gasset (1883 – 1955), filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo, decía: “Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación”.  Según él, la felicidad que sentimos es directamente proporcional a la cantidad de tiempo que pasamos ocupados en actividades que absorben completamente nuestra atención y nos agradan.

Jean Paul Sartre (1.905 – 1.980), filósofoescritornovelistadramaturgoactivista político y crítico literario francés, uno de los máximos exponentes del existencialismo, dijo una vez que “felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”. Otra de sus frases “El hombre está condenado a ser libre”, significa que la libertad es inherente a la condición humana y que, por ello, el hombre es absoluto responsable del uso que haga de ella.

En la filosofía contemporánea la felicidad significa reconocer los aspectos negativos de la vida, y asumirlos con responsabilidad. Para llevar una vida plena, hace falta ir más allá del presente: planear, prevenir, calcular, ser dueño de uno mismo.

La modernidad hizo un giro al concepto de felicidad, el cual, siguiendo un poco la idea epicureista sobre la satisfacción de los placeres y ciertas nociones de la economía, se asumió la felicidad como bienestar.

Ahora bien, el fin supremo o bien último del hombre es la felicidad. La felicidad la escogemos siempre, por encima de todo, a diferencia del honor, la riqueza o el placer. Esos bienes son atractivos y los elegimos pensando encontrar en ellos la felicidad; por tanto, son medios y no fines.

La felicidad es autosuficiente y por sí misma hace que la vida valga la pena, entonces, la buscamos todos, la deseamos siempre y la pretendemos con todas nuestras acciones.

Pero ¿en qué consiste la felicidad? Es un hecho que hoy en día no existe un acuerdo universal acerca de qué nos hace felices. En la época de Aristóteles, y en las siguientes, tampoco.

Unos son felices ganando dinero, otros, recibiendo honores, y otros viajando. Cada cual posee el secreto de su propia felicidad. Pero para eso hay que conocerse bien a uno mismo, claro está, y saber qué se quiere.

 

“No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino”, decía Buda Gautama.

 

(*) Magister en Ciencias Políticas

Foto: Semana.com

E-mail: gustavo.hernandez@bambucomunicaciones.com

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