El área descrita tiene 2.215 metros cuadrados y entre sus habitantes cuenta con una gran variedad de corales, esponjas y macroalgas, un trabajo posible gracias a Corpouraba, a la universidad y a los grupos de investigación GeOc y Gismac.
Hace seis meses Carlos Alberto Nobles Chocue, un estudiante del pregrado de ecología de zonas costeras que ofrece la Universidad de Antioquia en su sede Ciencias del Mar, ubicada en Turbo, se fue por tierra desde ese municipio hasta San Juan de Urabá para iniciar la última investigación de su carrera académica.
Iba con su director de trabajo de grado, Fernando José Parra Velandia en busca de un ecosistema coralino del que le habían hablado los pescadores de la zona y al que tenía la intención de sumergirse a profundidades de entre siete y nueve metros para recorrer y describir un área aproximada de 2.125 metros cuadrados.
—Los pescadores conocen muy bien las zonas en las que se mueven, ellos nos contaron que a 7 kilómetros de la costa y a 11 kilómetros de la desembocadura del río San Juan había un hábitat de vida submarina, además conocía el trabajo previo que habían hecho en Punta Caribana, una zona cercana, el Grupo de Estudios Oceánicos y el Grupo de Investigación Interdisciplinario de Sistemas Marinos y Costeros de la Universidad de Antioquia, en la cual habían descrito ecosistemas arrecifales, entonces con esa información me acerqué al profesor Parra para hablar sobre ese tema mi trabajo de grado —explica Carlos, a través de una llamada telefónica desde Turbo.
La financiación la encontraron en la Corporación para el Desarrollo Sostenible de Urabá, también conocida como Corpourabá, así que una vez resuelto el tema, iniciaron la investigación que hoy lleva por nombre Descripción de las comunidades coralinas sésiles en el área del Bajo San Juan, que implicó que el estudiante y el profesor, que actúa como el director del trabajo de grado, hicieran dos visitas preliminares para el reconocimiento del territorio y para asegurar que allí realmente existieran comunidades coralinas.
Finalmente, una vez constataron que sí habían organismos habitando ese pedazo de mar, comenzaron las inmersiones, cuatro en total, con las que consiguieron georreferenciar el ecosistema y delimitarlo con transectos paralelos a la profundidad usando cintas métricas de 30 metros de longitud; clasificar las especies y tomar sus debidos registros fotográficos; e identificar los componentes del hábitat. Sin embargo, por más que sus resultados puedan leerse de una manera tan fácil, para nada fue conseguirlos, pues justo en el lugar en el que se encontraban hay una alta sedimentación del río antes mencionado y un fuerte oleaje.
—Precisamente resulta interesante encontrar dicho núcleo de vida en aguas que no son hospitalarias con los corales, lo que le suma valor al trabajo investigativo —le contó el profesor Fernando a UdeA Noticias, quien al lado de Carlos clasificó 14 especies de corales, seis de esponjas y tres de macroalgas, y determinó que los componentes del fondo están dominados por coral muerto y el cascajo, mientras que la cobertura de las especies bentónicas está dominada por macroalgas y corales, predominando sobre cualquier otra especie la Undaria agaricites y la Montastraea faveolata.
A lo que se refiere Fernando es a que el agua dulce y los corales no se la llevan bien, pues por lo general “son una clase de animales que se relacionan con los hidrozoos, las medusas y las anémonas de mar”, pero en este caso se encuentran presentes porque allí “hay dos capas de agua, una superior con salinidad baja y turbulencia alta y otra inferior que es muy salina y más transparente, que permite el nacimiento de esas especies encontradas”, detallan desde la universidad.
—¿Por qué son importantes este tipo de investigaciones? —Es una pregunta indiscutible sobre el tema—. ¿Qué implica para la región o para los pescadores?
—Porque son un punto de partida para exploraciones relacionadas en el Golfo de Urabá, pues siendo zonas de caladeros de pesca de los que una gran parte de la comunidad se beneficia, estoy hablando de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá, si se empieza a investigar, se van a abrir las puertas de la conservación y manejo de, por ejemplo, cangrejos, langostas y pargos que son especies que proliferan alrededor de estos ecosistemas y sostienen los ingresos de los pescadores que trabajan en esas zonas —responde Carlos quien está a punto de obtener su título profesional y que, como dice Fernando, ya planteó un nuevo rumbo de investigación que se guiará hacia la ecología de corales y la relación de estos organismos con las esponjas y con experimentos de campo que evalúen las interacciones.