Termina Armenia sus fiestas aniversarias, usadas más para la distracción que para el verdadero goce del espíritu. Sí, para divertir, para entretener, pero sobre todo para apartar, para desviar, los verdaderos problemas que acusa la ciudad.
Los “periodistas” y medios de comunicación que en su momento participaron del festín de la publicidad y que hoy hacen lo propio, con la administración actual, la de TOTO y su parcero, José Manuel Ríos Morales, buscan distraer a la opinión pública, es decir, a los ciudadanos, echando todas las culpas del desgobierno, el caos, el desaseo, los huecos, la inseguridad, los trancones a diario y a toda hora, los robos (principalmente los del erario público), a anteriores administraciones, y sobre todo a una, la de los negocios de valorización. Colgarle el piano a otros, para ocultar sus propias falencias, es el denominador común.
En Armenia, algo parecido están haciendo a lo que en su momento hizo Alcibíades (célebre por su astucia, su desgobierno, y su falta de escrúpulos), usando la estrategia distractora de la realidad conocida como “el perro de Alcibíades”, historia que en resumen consistió en lo siguiente:
“Un buen día, Alcibíades, compró un costoso perro, acto seguido se dirigió a la plaza pública y le cortó la cola. Los ciudadanos Atenienses comenzaron a criticar tal evento, y cuando se le preguntó a Alcibíades el porqué de su errático actuar, él respondió ¿no ves que ahora todos hablan es del perro de Alcibíades?”
Hace más de 2.500 años, los griegos nos mostraron lo manipulable que es la opinión pública. Hoy en día, estas conocidas “cortinas de humo” siguen siendo una forma de desviar la mirada pública ante los temas relevantes de hoy.
El Alcibíades de hoy, el corrupto, el del gobierno de turno, el de Armenia, para desviar la atención a las críticas sobre su mal gobierno, acude a los hechos de corrupción de valorización del pasado reciente, (gravísimo y sin resolver), tratando de limpiar sus culpas.
Empecemos por decir qué ocurre, hoy, en la ciudad. Tenemos los más elevados niveles de inseguridad. El atraco, el hurto, el robo, el homicidio, el sicariato, campea por los barrios y el centro de la ciudad. Ya no se puede salir a disfrutar del espacio público. Los huecos por doquier, las vías deterioradas contribuyen a agravar los problemas de movilidad. En los “cambios” que se hizo a la red semafórica, en lugar de sincronizar para agilizar la movilidad, lo que se hizo fue todo lo contario, asincronizar para ralentizar (por ejemplo, la avenida 19), generando un verdadero caos y, la administración, ni se entera. Basura por todos lados, la ciudad convertida en basurero, empezando por el entorno del Centro Administrativo Municipal y el actual gerente de EPA, preparando sus bártulos para su campaña a la alcaldía, eso dicen sus áulicos.
En las ciudades de los países europeos, incluso, buena parte de las suramericanas, los ayuntamientos, son centros de atractivo turístico; por el contrario, el CAM, en Armenia, es una vergüenza. Debería ser un verdadero jardín, hoy es un muladar; en su entorno proliferan, la inseguridad, la basura, los expendios de vicio, las calles sucias y atiborradas de personas en condición de calle. Por dentro, en algunas oficinas, en días lluviosos, para escampar de las aguas, deben salir a las afueras. Por el exceso de contratismo, en algunas oficinas hay hacinamiento, por ejemplo, en las oficinas de Hacienda y Tesorería, no hay puestos de trabajo, ni equipos de cómputo para ejecutar las tareas. Cada día deben observar, quién faltó o no llegó, para ocupar su espacio. Muchos trabajan con sus computadores personales, y los órganos de control, ni la oficina de control interno, se dan por enterados.
El espacio público ya no existe, es decir, ya no hay espacio público, lo privatizaron, y lo privatizaron quienes son los mayoristas y tienen negocios al menudeo por todo el centro de la ciudad. En los parques proliferan, no los parques con exuberancia natural (árboles y jardines), como otrora, sino, los negocios ocupando los andenes y el espacio público. Y la policía, los servicios de inteligencia y las autoridades, ciegas y sordas, ni ven ni oyen, por voluntad propia.
Pequeñas obras al garete, demorando su ejecución y su entrega. Los tiempos de entrega, los que diga el contratista, no el necesario para su realización. No hay administración que controle, ni exigiendo su oportuna y rápida entrega. Un botón basta de muestra, pequeños reparcheos que duran meses, cuando lo normal es que debieron ejecutarse máximo en una semana. La obra entre las rotondas de tres esquinas y malibú, menos de un kilómetro, lleva cerca de un año, y todo parece indicar que van a demorar, otro, hasta que termine esta obscura noche.
Obras convertidas en pozos, no de petróleo, ni minas de esmeraldas, si no, en pozos de dinero que extraen del erario público, al cual todos los corruptos le apuntan, los que las hacen y los que las mandan a hacer.
Con este tipo de contratos y este estilo de administrar van echar por el sifón de la corrupción, los sesenta mil millones ($60.000.000.000) del empréstito aprobado por el concejo, como en su tiempo lo hicieron con las obras valorización y, los pozos sépticos. Por eso Armenia infesta, huele a podredumbre.
Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)
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