Al gobierno de Gustavo Petro no le sirven ni los dogmáticos fundamentalistas, ni los lagartos aduladores, ni los áulicos de todos los pelambres. Los primeros, una tendencia ideológica y filosófica asociada a los autoritarismos, estudiados por Adorno (1950) y luego, suficientemente, por Rokeach, quien habla de estrechez mental (1951), de dogmatismo (1954) y en sus escritos mayores, de mentalidad cerrada (1961); el fundamentalismo está asociado a la creencia en una sola verdad y al auto engrandecimiento. Los áulicos aduladores, una tendencia más o menos patológica, carente de crítica, solo busca alagar (en este caso) al gobernante para rentar políticamente; simplemente es un arma utilizada para manipular a quien gobierna y obtener resultados en beneficio propio. Ambos distorsionan la realidad y obnubilan a quien adulan, a quien soban chaqueta todo el tiempo.
Regularmente, todos los gobernantes, tienen círculos cercanos que actúan como consejeros y mantienen al gobernante como metido entre una botella y alimentado con pócimas de las dos anteriores sustancias.
Por fortuna periodistas, hombres y mujeres de pensamiento libre se manifiestan, objetivamente, señalando lo que están observando, impidiendo ese ahogamiento embotellado en el que se asfixia a los gobernantes.
Varios periodistas de reconocida independencia y gran talento se han expresado en sus escritos. Fidel Cano, en su editorial ¿dónde está el presidente? Aludió a dos críticas centrales, sus repetidas ausencias (varios compromisos) y el desorden Ministerial. La primera en ejercicio de sus simbolismos característicos, que de mantenerse y profundizarse lo pueden desgastar. La segunda, muchas voces sin acordes, tirando línea, cada uno por su lado, produciendo ruido, cuando lo que debe existir es una sinfonía, con una sola partitura, la del cambio.
La columnista del Espectador, Cecilia Orozco, habla en especial de la disonancia del Ministro del Transporte, Guillermo Reyes, de quien ha dicho: “ya lo ha atacado la enfermedad del poder” … y agrega más adelante: “El antiguo personaje obsecuente que muchos conocieron en pasados gobiernos ha dado un giro y, en su lugar, ha surgido un individuo presumido y fantochón”.
Ariel Ávila, Senador de la Alianza Verde, indicó que el gobierno de Gustavo Petro, es un “gobierno de única oportunidad” por lo que debe haber más orden a la hora de presentar y aprobar proyectos. A manera de preocupación señaló: “Todo el mundo tiene ideas, todo el mundo está presentando cosas y no hay un orden claro”. Recordó lo que una vez dijo, Alejandro Gaviria, que podría ocurrir en un eventual Gobierno de Petro: “El primer año él nombra un buen gabinete de unidad nacional, no lo logra cohesionar, pasan seis u ochos meses y no pasa mucho, se le desbarata el gobierno y Petro empieza a tuitear como loco”.
En mi opinión el señor presidente debe en alocución presidencial decir con claridad cuáles son los cambios que proyecta introducir y cuáles las reformas a presentar, definiendo con claridad tiempos y prioridades.
Pienso que todavía se actúa en la práctica politiquera que introdujo el expresidente Uribe, haciendo presencia en las regiones en los famosos consejos comunales para repartir mermelada. Los gobernantes a partir, de este ejemplo, se ven más actuando que pensando.
Se necesita menos activismo romántico, y más gobierno; menos estulticia y más inteligencia; menos algarabía luminosa de la multitud y mayor racionalidad en la acción; más administración y mayores resultados.
El presidente Petro debe dar un norte preciso y un horizonte claro a su Gobierno con una única partitura, que la ejecutan todos, en sus especificidades, en sus temáticas Ministeriales.
El tiempo es inexorable, se agota en un abrir y cerrar de ojos.
Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)
(*) Magister en Ciencias Políticas y Asesor en direccionamiento estratégico de campañas
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