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Cuenta una antigua leyenda griega que en el año 720 a.C.,Orsippus de Megara, un atleta olímpico estaba compitiendo en la carrera de 185 metros cuando se le cayó el taparrabos. En vez de detenerse para tapar sus partes, Orsippus siguió corriendo y ganó la carrera.
Esta acción considerada triunfante se mantuvo en el tiempo. La competencia atlética desnuda, se convirtió en furor acompaña de la unción generosa de aceite de oliva, vista como el máximo tributo a Zeus.
Dice Sarah Bond, profesora asociada de Historia en la Universidad de Iowa que estaba la idea de que Orsippus era heroico y victorioso, y luego la celebración porque estaba desnudo.
«Para los griegos, andar desnudo se convirtió en una forma de reconocer su civilidad y costumbres».
Sin embargo, para el momento en que los Juegos Olímpicos revivieron en 1896, las costumbres culturales habían cambiado desde hacía mucho tiempo. Los organizadores ni siquiera consideraron traer de vuelta la tradición griega de la competencia desnuda.