Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)
Hace ocho días escribí una columna de opinión en la que consigné que cohabitan dos seres distintos en el presidente Gustavo Petro: uno el ser racional y, otro el ser emocional.
Hoy, por sus declaraciones recientes en Cali, no quedan asomos del primero; apareció y con mayor fuerza el soberbio, el activista, el pendenciero; ese es el Petro que se siente cómodo consigo mismo, el de los discursos de plaza que le gusta calentar el cerebro de la muchedumbre y se solaza con los pies fríos y la cabeza caliente.
Cada vez, con cada intervención pública o en las redes sociales, demuestra que no quiere ser gobierno; lo que quiere es ser oposición, incluso de su propio gobierno. Un presidente que no ha querido serlo; errático, confundido, vacilante, que lo que más le gusta es calentar la plaza.
En Cali, en “Puerto rellena”, en la llamada plaza de la resistencia expresó:
“Construí primero un gobierno plural, lo hice ingenuamente, pensando que fuerzas que no habían triunfado se podían sumar. Pero no nos querían, estaban ahí para aprovechar el puesto”.
Esa no fue su ingenuidad, esa fue una demostración de inteligencia con visos de estadista. Su ingenuidad fue creer que, un gobierno plural, un gobierno de acuerdo nacional, sería un gobierno partidista, o confundir, que los otros partidos que harían parte de la gobernanza dejarían de ser lo que por tradición habían sido; su ingenuidad fue creer que los partidos del establecimiento perderían su identidad, su ideología, su autonomía y su independencia. Esa fue su ingenuidad.
Su ingenuidad fue creer que las reformas que propusiera el gobierno del cambio, no podían ser discutidas por los demás partidos, incluidos los partidos de gobierno. Su ingenuidad fue creer que democracia es igual a unanimismo. Su ingenuidad fue no dar el trato institucional a los partidos, respetando sus direcciones autónomas y a sus legítimos dirigentes (así no sean los mejores o los de sus querencias); su ingenuidad fue estimular a los opositores internos de la legitimidad de esos partidos, buscando su desestabilización, mediante el cabildeo y la mermelada a destajo, al menudeo, desde el ministerio de la política, el ministerio del interior.
También expresó: “Nosotros venimos de la Primera Línea y nos enorgullecemos. Nacimos de esta plaza y de este monumento (monumento a la resistencia), que debería ser declarado nacional. A nosotros nos han elegido para el cambio y a quien no le guste, que se vaya del Gobierno y no nos haga perder el tiempo”.
Con sus palabras demuestra que es el hombre de la plaza pública, bueno para la retórica, bueno para polemizar, y bueno como motivador de calentanos. Le está pidiendo a las cuotas burocráticas que ha entregado a los congresistas, en la conquista voto a voto en su política del menudeo, que se vayan del gobierno, con lo cual profundizará más su crisis.
Ahí está, también, su ingenuidad, entregando Ministerios, Vice ministerios, puestos importantes en organismos nacionales y casi toda la representación de las entidades nacionales en cada departamento a los lagartos y especialistas de la repartija burocrática, voto a voto, en el Congreso. Ese es el gobernante errático; ese es el gobernante que da tumbos, a quien los congresistas le hacen conejo.
Petro en Cali, en medio de la fogosidad de su discurso y el calentamiento de su cerebro, propuso la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Nada más errático, nada mas descabellado y nada más contraproducente, en la actual coyuntura. Esa idea no es más que la expresión de un presidente que da tumbos, que no sabe para donde va, solo sabe generar controversias e ideas que se convierten en sus principales obstáculos para gobernar tranquilamente.
Petro es gobierno y oposición al mismo tiempo. El principal líder opositor a su gobierno es él mismo, con cada salida en falso, en la plaza pública.
Petro lo sabe, y, si no lo sabe, hay que recordárselo, la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente debe pasar por el Congreso. Aprobada la ley se convoca un referendo para que los ciudadanos digan Si o No. Y luego la convocatoria para elegir los constituyentes.
Una propuesta para mantener en discusión permanente el resto de su gobierno, sin que se produzca resultado alguno. Una propuesta inviable por muchas razones. La primera, Petro, no tiene mayorías en el Congreso para que se la aprueben, y si la aprueba el Congreso, el contenido estaría orientado a los propósitos de ellos; si no tiene los votos para que le aprueben las reformas, mucho menos los tendrá para que le aprueben “su constituyente”.
Algo está ocurriendo al interior del gobierno y demasiado grave en la casa de Nariño. Petro es el personaje de la plaza pública, el polemizador, ese es el papel que mejor representa; otra, u otros, son los que gobiernan con un séquito, un cortejo de aduladores que solo saben sobar chaqueta.
Laura Saravia, un personaje que se torna imprescindible, quien a su corta edad crece en importancia y a velocidad de yumbo asciende en puestos; una profesional formada en la Escuela Militar, hija de militares, padre militar, madre contratista del ministerio de la Defensa, traída a la campaña presidencial por Armando Benedetti; Laura, la superministra, la superconsejera, la superacompañante, la supermujer del todo.
No se concibe Petro sin Saravia. Si el agua es hidrógeno más oxígeno; este gobierno es Laura más Petro.
Presidente Petro, dedíquese a gobernar y no a polemizar y calentar la plaza.
(*) Magister en Ciencias Políticas
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