En entrevista que le hiciera el diario El Espectador a la profesora Jenny Pearce, sobre su reciente investigación “Élites, poder y principios de dominación en Colombia (1991-2022)” manifiesta que, como resultado del estudio, se puede afirmar que, la elite en Colombia es el 0,02% de la población; 68 familias han manejado la política y que aún prevalece el patriarcado en la cúpula del poder público. La investigación perfila además quiénes y cómo son las élites que han ocupado los máximos cargos en el Gobierno, los organismos de control, las altas cortes, el Congreso, los gremios económicos y los propietarios de las empresas más grandes del país.
La gente DE BIEN en Colombia es el 0,02%; el resto de la población, la gente DE BIEN-DO; son los violadores de la ley con nivel social respetable.
La mafia política colombiana ha logrado consolidar una cultura de intercambio de fidelidades y votos, por acceso privilegiado a los bienes y servicios que provee el Estado, lo que comúnmente se conoce como clientelismo.
En la misma entrevista, recalca, que la desigualdad, la violencia y las élites son temas conectados.
Un grupúsculo parásito del botín estatal, históricamente, se lo han robado para consolidar sus fortunas mal habidas, convirtiendo al país con sus acciones y su complicidad en un Narco- Estado.
Guardadas las proporciones el Quindío tiene su propio grupúsculo parasito. El que en el presente siglo se ha venido adueñando de los negocios, la política y el poder Regional. Se reproducen como la maleza y como la maleza se adueña de los espacios que le sean permitidos.
Han transitado todos los caminos y todos los espacios del poder Estatal. Van y vienen de las alcaldías a la Gobernación del Departamento, a puestos claves y de esta vuelan después a puestos de privilegio en las segundas. Como todo lo copan, se riegan como verdolaga en playa por el resto de entidades del Estado, ampliando su poder clientelar y burocrático, para conformar ejércitos electorales, que les permita reproducirse.
Eligen sus Representantes en el Congreso, para desde allí apoderarse de los otros espacios del orden Nacional, con presencia en lo territorial. Con la astucia del zorro se apoderan de los órganos de control con el beneplácito de quienes los dirigen; colocan a corifeos suyos, o familiares suyos, o dependientes suyos, en estas oficinas, para que no los controlen, es decir, para el “tapen, tapen”; o, para que sus armas sean utilizadas y enfiladas a eliminar sus contrincantes o competidores políticos.
En todas las entidades públicas donde han hecho nido, el que por tanto tiempo de estar, ya se encuentra fétido, o fétido está desde el comienzo, tiene sus amanuenses, especialistas en contratación estatal, para fabricar trajes a la medida de los contratistas. Para callar a la corte de corifeos como en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro, le dejan caer las migajas, para atragantarlos.
Fabrican candidatos como se fabrican títeres; y los fabrican a la medida del titiritero que los maneja. En el Quindío varios partidos políticos, los del establecimiento, se han especializado en fabricarlos a la medida de sus intereses y sus propósitos. Ejemplos hay muchos. Para las próximas elecciones los vienen perfilando. Veamos varios ejemplos, en Armenia empezaron con el exgerente de EPA, Jorge Iván Rengifo, parece que le quedó mal hecho a Sandra Bibiana, o como pinocho resultó hablando en un tono igual a su progenitora, entonces a la hoguera fue a dar, lo quemaron (lo necesitan mudo, solo hincarse de rodillas para hacer la venia); fabricaron otro, James Padilla, a la medida de TOTO, el titiritero mayor; lo han paseado y entrenado por varias dependencias Gobernación del Quindío, EPQ, actualmente, es “el bufón” en la alcaldía de Armenia; no se sabe de qué material esté hecho, posiblemente, también lo echen a la hoguera, aparecerá otro, útil y necesario en el momento. Ese es el utilitarismo servil que necesita el grupúsculo parásito (una“pareja”: hombre y mujer) que se traga los recursos del municipio.
Próximo artículo me referiré a las fábricas de títeres y sus titiriteros.
Por: José Gustavo Hernández Castaño (*)
(*) Magister en Ciencias Políticas
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