Las carreteras de Antioquía -Antakya, en turco-, una de las ciudades que más quedaron devastadas tras los terremotos que sacudieron al país mediterráneo, están llenas de globos rojos amarrados sobre las ruinas, descritos como “el último regalo para los niños muertos” de esta región.
“Aquí murieron tres niños. Tenían un año y medio, cuatro y seis años”, cuenta Ogun Sever Okur, diseñador del proyecto, a la agencia ‘AFP’.
Ocho días después del terremoto, el hombre de casi cuarenta años comenzó a atar globos a las ruinas de la despoblada ciudad de 400.000 habitantes, donde el ruido de las excavadoras y las nubes de polvo dominan toda forma de vida.